
Autor: Miguel Angel de Rus
Si bien suele afirmarse con una cierta ligereza
que el hombre (varón) no sabe qué papel tiene en la actualidad
ante la nueva sexualidad de la mujer y su inclusión en el mercado
laboral al 50% (a golpe de Ley, como en las mejores dictaduras), lo
cierto es que este proceso de descolocación masculina proviene
de antes; de la quema de sostenes en Estados Unidos en los años
60; de la suplantación de los hombres por las mujeres en las
fábricas durante la segunda guerra mundial -ya que los hombres
estaban en el frente-; de la moda macrada por Coco Chanel, con mujeres
deportistas, de faldas mínimas, bronceadas
Incluso algún erudito podría decir que la incomprensión
de hombres y mujeres proviene de la Edad Media y de las llamadas Cortes
de Amor. Nacido en Francia y expandido con rapidez por toda Europa,
el amor cortés tuvo en Leonor de Aquitania y su hija María
de Champagne a sus dos grandes alentadoras; en Chretién des Troyes
y Bernard de Ventadour a sus principales poetas y en el clérigo
André le Chapelain, Dios le haya perdonado, al autor de sus reglas.
Si bien poesía caballeresca dejó obras interesantes, también
dio pie a comportamientos absurdos por parte de los hombres de la época,
que serían un verdadero placer para cualquier psiquiatra actual.
Fernando Fernán Gómez ya satirizó aquel amor, que
aún perdura, en su gran novela "El mal amor"
Pero es a partir de finales del S.XIX cuando los escritores buscan mujeres
que nada tengan que ver con la realidad pero que resulten más
comprensibles, más amables, masplenas, incluso en su condición
de mujeres no-reales; es el caso de la novela con la que Antonio Gómez
Rufo acaba de ganar el Premio de Novela Ciudad Ducal de Loeches, "El
señor de Cheshire", una divertidísima historia en
la que el sobrino del autor de "Alicia en el País de las
Maravillas" está en cárcel por su desmedido amor
por las niñas y como remedio a su soledad pide que le fabriquen
una mujer exactamente igual a las reales. Por cierto, Antonio Gómez
Rufo tiene en su casa un maniquí femenino, muy guapo, al que
al apretarle en la mano, gime
¿Similitud entre la realidad
y la obra creativa?

El varón y su último refugio; la mujer inventada
"El Señor de Cheshire", de Gómez Rufo
La historia es idea original de Luis García
Berlanga, quien ya en su película "Tamaño natural"
(1973) se planteó, junto a Rafael Azcona, relatar la historia
de un hombre enamorado de una muñeca y finalmente, recrear el
terrible juego de quien proyecta en la muñeca todos sus amores
y desencantos.
En "El Señor de Cheshire" Gómez Rufo
se distancia de Berlanga, ya que si bien el protagonista de Tamaño
natural no es un depravado, sino un simple dentista aburrido y harto
del tacto de la carne humana, en "El señor de Cheshire",
Gómez Rufo nos muestra a un perverso en el sentido más
amplio del término, que necesita una muñeca con todas
sus hendiduras para saciarse en ella y a la que contar sus sueños
sádicos; una verdadera compañera para lo bueno y lo malo.
El libro, de reciente aparición en Ediciones Irreverentes, sin
duda cautivará a todos aquellos que añoran los primeros
tiempos de La Sonrisa Vertical. Ya que no comprendemos a las mujeres,
vaciamos nuestro organismo en algo semejante, pero que no nos inquiete.
Algo similar vinieron a decir los franceses Pascal Bruckner y Finkielkraut
en su ensayo "El Nuevo desorden amoroso"; el hombre ya no
reconoce a la mujer de toda la vida, por lo que surgen las rupturas
familiares, los amores y fidelidades sucesivas, la homosexualidad (¿para
qué enamorarse de una mujer que tienen los mismo defectos y virtudes
de otro hombre?)
El comportamiento afectivo desordenado del hombre
viene, en realidad, de su incomprensión del nuevo modelo de mujer.
Y esa comprensión no se dará en una o dos generaciones.
Pero quien primero avisó de lo que se avecinaba fue, a finales
del S.XIX, Villiers de l'Isle Adam, quien escribía en el suelo,
ya que no tenía ni siquiera una mesa, mezclando tinta con agua,
en papeles usados, su "Eva Futura", una de las más
grandes novelas del siglo. Villiers creaba a un Edison equiparable a
Dios, capaz de fabricar una mujer perfecta, mientras él apenas
tenia qué comer. Un hombre desengañado por la frivolidad
de una mujer, por su alma vacía, decide suicidarse, pero Edison
crea para él una mujer bella e inteligente
milagros de
la electrónica. Pero cuando su amor sea más grande y bello,
Dios no perdona que el hombre ose retarle y destruye en una tempestad
en el mar, la mayor Creación del ser humano. Era la primera gran
obra en la que el hombre se enfrenta a Dios por la mujer perfecta.
La mujer-muñeca ha proliferado desde entonces en la literatura
mundial y en otras artes. Al mito griego de Pigmalión (la mujer
creada por el hombre) siguieron el de Bernard Shaw y el del español
Edgar Neville. En una línea similar -la creación de la
mujer perfecta ante la desolación que produce la incomprensión
de la real- Merimée escribió "La Venus de Ille",
aunque su estatuta en lugar de amar al creador acaba por destrozarlo
entre sus brazos de bronces, lo que demuestra que las ideas y temores
de cada autor quedan reflejadas en su obra.
En todos estos casos, los creadores buscan en la mujer de su fantasía
algo que la vida es incapaz de darles. Incluso Francisco de Goya creó
una obra basada en este mito, que se exhibe en el Museo Paul Getty,
sin olvidar a pintores como Burne-Jones o Gerôme, que recrearon
esa mujer inventada, o a obras de animación como "La clavecinista"
de Jaqet-Droz que se exhibe en el museo de Nauchâtel.
¿Por qué el varón inventa mujeres tan distintas
de la realidad? (y si alguien va al cine comprobará que el parecido
de las actrices con las mujeres verdaderas es ínfimo, por no
hablar de las modelos y sus tallas imposibles). Porque, en realidad,
estas mujeres se alimentan de las carencias de sus autores, de sus necesidades
no satisfechas, o en el caso de Olimpia, de la neurosis de su enamorado.
Y es curioso, que una gran parte de estas creaciones provengan del Romanticismo,
de autores como Hoffmann, o de Villiers de L'isle Adam, quien en su
relato "Vera", quizá el mejor relato decimonónico,
ante la amada muerta y sus llantos pidiendo que su amor sea eterno,
lo único que consigue es que al cadáver de la amada se
le caiga de una mano la llave de la tumba. Parece obsesivo en este autor;
sólo hay un amor eterno, el que nace con la muerte.
La mujer-muñeca en el cine
No sólo Luis García Berlanga
ha dado vida a una autómata femenina; junto a "Tamaño
natural" encontramos películas como ""Casanova"
de Fellini, en la que el amante, ofuscado por un mundo de groseros,
incultos, zafios, violentos, ve como se afrenta a una muñeca
y sale en su defensa. Tras salvarla, la considera la única mujer
capaz de recibir sus confidencias y su pasión. Y, para no extendernos
con las mujeres artificiales (y amadas) en el cine, tomemos el ejemplo
de la película "Los crímenes del museo de cera",
de André de Toth, en la que se trata el tema del amor a la muñeca
de cera
o a las muñecas de cera, porque a todas las trata
como a sus hijas
.carnales. Pedro Olea creó en "No
es bueno que el hombre esté solo" una interesante historia
en la que López Vázquez sustituye a su mujer, muerta,
por una muñeca.
Y todo ello sin olvidar la canción que Juan Manuel Serrat dedicó
a aquel hombre que robó un maniquí de mujer al que dio
todo su amor.

Sentados, de izquierda a derecha: Antonio Gómez Rufo y Luis García Berlanga. De pie, Miguel Ángel de Rus.
Mujeres de madera y de cera en la literatura del S.XX
Si bien Antonio Gómez Rufo ha logrado
con "El señor de Cheshire" una obra cumbre del humor
y el erotismo, no hay que olvidar que algunos escritores españoles
ya habían jugado con la idea de la mujer-irreal como pareja.
Ramón Gómez de la Serna, en su "Huida hacia el pueblo
de las muñecas de cera", muestra a un hombre casado con
una muñeca, basándose en algo reclamado constantemente
por él; el derecho que tiene todo el mundo a hacer lo que le
de la gana.
Cuando yo escribí "Bäsle, mi sangre, mi alma",
más que hablar de los amores de Mozart con su oprima Maria Thekla
pretendía hablar de cómo un descendiente del pintor reinventa
una amor propio por medio de la ficción de un amor que fue real
en el caso de Mozart pero del que poco se sabía. En realidad,
todos estos amores con mujeres inexistentes parecen no querer sino ser
eslabones en la búsqueda de un ideal que sabemos que nunca vamos
a encontrar.
Y Gutiérrez Solana, unos de los principales pintores del S.XX,
al final de su vida, se pinta en retrato junto a una mujer y una niña
-en situación familiar y cariñosa- que parecen maniquíes
más que personas. El macho de la especie no está satisfecho
de la mujer que conoce y busca otra realidad.
El cambio social de la mujer en el S.XX ha acentuado esta obsesión,
especialmente su incorporación al mercado laboral. Según
un estudio sobre "Conciliación Familiar y Laboral",
(los hombres del Poder buscan nombres lo más cursis posibles)
la tasa de empleo femenino global es del 50,6% en España y disminuye
al 47,6% cuando se tiene el primer hijo. Es la tasa más baja
de Europa junto a Grecia. Así pues, las relaciones amorosas en
Europa están marcadas por las jornadas laborales. ¿Quiere
el hombre actual una compañera en casa o una profesional que
aporte ingresos a la familia? ¿Es la misma relación entre
el hombre y la mujer cuando uno trabaja y la otra es la responsable
de la familia y cuando ambos son obreros? ¿Es la misma mujer
la que trabaja en la cadena de montaje de una fábrica de coches
y la mujer dedicada a "sus labores"?
En "El señor de Cheshire" queda clara la postura de
Antonio Gómez Rufo; todos los hombres de la novela se pegan por
la muñeca y por la modelo que le prestó sus formas; y
las mujeres se pegan por "otro" hombre.
En realidad, quizá el problema está en que siempre deseamos
otra cosa; aquello que no tenemos.