Tuve el placer de presentar el jueves el nuevo libro de Lourdes Ortiz, "La Guarida", inspirado en los atentados a las Torres Gemelas de Nuevas York y en la guerra de Irak. Lourdes Ortiz, que además de haber sido directora de la Real Escuela Superior de Arte Dramático y de ser una gran novelista es una especialista muy valiosa en arte, decía que toda obra es un desafío en el que uno toca los temas que le obsesionan y que se había centrado en el contraste entre la sociedad y una persona harta de lo que pasa en el mundo, hastiada de la violencia que se sufre por todas partes, en un hombre que aborrece la realidad. Afirmaba Lourdes Ortiz que en el mundo violentísimo actual se tiene la tentación de retirarse de todo, aunque puede haber un último intento de vivir, a pesar de todo.
La casa de Rostand, en Cambo
En mi artículo de la semana pasada recordaba los altercados de París y de Copenhague. No es necesario recordar las guerras de Irak, de Afganistán y la masacre continuada que durante décadas Israel perpetra contra el pueblo palestino. En México la oposición denuncia que los asesinatos se cometen por millares, y no es mejor la situación en países como Colombia. Hace poco leíamos la noticia de un ciudadano argentino asaltado por jóvenes armados, diez días después de que su hermano hubiera sido asesinado. De Estados Unidos y sus reiteradas matanzas llevadas a cabo por ciudadanos que están hartos de todo no es necesario ni hablar. Tienen toda la publicidad necesaria.
Café Griensteild, en Viena
El planteamiento de "La Guarida" es cierto; el hombre civilizado tiene tentación de huir, alejarse, buscar un rincón en el que vivir y cultivar el pedazo de tierra volteriano, pero como afirma la escritora, algún día llega la realidad a invadir el territorio de la huida. La principal forma de asalto es la televisión, esa caja perversa llena de depravados que ensucia nuestros salones, pero la realidad llega en formas diversas; restricciones de agua, un conciudadano muerto en alguna guerra lejana, pesticidas, una mujer famosa por haberse acostado con todo un equipo de fútbol, un político corrupto, unos muchachos que matan a un anciano por unas monedas, cortes de luz en verano, un vecino que mata a un alcalde por unos terrenos, las abejas que se mueren por los teléfonos móviles La realidad nos rodea y no queda huida. Hoy Rostand no podría huir a Cambo, no existe ya la Niza de Matisse, no hay ningún Saint-Paul-de-Vence para ningún Gide; Brahms no podría dormir su siesta en el café Heinrichhof; ni Schnitzler vivir en el café Griensteild -el mismo al que iban Bruckner y Hoffmansthal- y Klimt, Kokoschka y Schiele no tendrían paz en el Café Nihilismus, porque todo está saturado. No queda espacio para la huida. Ya no quedan guaridas y la realidad nos atenaza con su violencia, su prisa, su ruido. Lourdes Ortiz lo muestra en "La Guarida", una buena obra para entender nuestro tiempo. Tan violento y desapacible.