La clonación da vida -o podrá
llegar a darla, si se legaliza y se facilita la investigación-
y el aborto imposibilita la vida; sin embargo el aborto es legal y la
clonación, no. Es una paradoja.
Quizá por este sinsentido, alguno escritores de primera línea
han dado en escribirnovelas en las que se estudian los posibles efectos
de la clonación en cada individuo y en la sociedad, desde Michel
Houellebecq y su Posibilidad de una isla hasta el doctor español
Antonio López Alonso y Ecos de un Dios lejano. Pasando por Nunca
me abandones de Kazuo Ishiguro y Andrea(s) de Carmen Matutes.
En general, la postura de quienes escriben viene a coincidir en un punto,
que los opositores a la clonación podrán retrasarla, pero
no impedirla, como afirmó Houellebecq al presentar su libro "estoy
seguro de que todo cuanto es técnicamente posible será
realizado, incluso si no es verdaderamente humano. La clonación
será una realidad".
Lejos quedan ya los seres humanos modificados genéticamente de
Aldous Huxley y su Mundo Feliz, dedicados al trabajo, explotados y sin
derechos; ahora la modificación genética se considera
en su parte positiva. Los personajes de La posibilidad de una isla,
de Houellecq, son eternos; antes de morir se ha guardado su código
genético y se les vuelva a dar vida sin problemas, lo que lleva
a que el hombre pueda ser dueño de su destino; cuando no quiere
vivir más acaba con su propia vida y un descendiente -que es
él mismo- toma su lugar, recoge su memoria, su vida y continúa
con ella. Incluso el ser humano se perfecciona y no necesita comer gracias
a la modificación genética, puede alimentarse de agua,
luz y sales minerales. La única pega que puede encontrarse a
este panorama idílico es que el protagonista de este mundo, una
vez desaparecidas las tensiones que crea en el ser humano el sentido
de la muerte y de la necesidad de la procreación, se aburre;
pero no es un problema de la ciencia, sino del ser humano.
La ciencia y la novela apuestan por lo que han soñado todalas
culturas de todos los tiempos, la inmortalidad. La soñaron los
egipcios, la soñaron los filósofos de la Grecia Clásica
y la retomaron las religiones cristiana, judía y musulmana. Si
Dios nos da un alma eterna, ¿por qué seguir con su trabajo
y dotarnos de un cuerpo eterno? Dice Houellebecq: "La idea de la
inmortalidad es innata al hombre y jamás podrá ser superada".
Es innegable.
En esa línea aparece la novela de Antonio López Alonso
Ecos de un Dios lejano que nos hace preguntarnos si estaría indicada
la clonación terapéutica en una paciente de Parkinson.
En "Ecos de un Dios lejano" un médico, profesor universitario,
constata que una de las actrices de su grupo de teatro, con sólo
veinte años, tiene Parkinson y sólo podrá salvarla
la clonación. Él tiene leucemia, pero las ataduras morales
-quizá religiosas- que sufre son tan fuertes, que se debate entre
la ética del grupo, que les llevaría a ambos a la muerte
y la ética de quien ha hecho el Juramento Hipocrático,
por la cual, su deber es salvar al paciente cueste lo que cueste. Antonio
López Alonso además de escritor es médico, ha sido
decano de la Facultad de Medicina de Alcalá de Henares. Es un
hombre cualificado y respetado en su profesión, conocedor de
los últimos avances de la ciencia, y por si alguien tiene dudas
tras leer Ecos de un Dios lejano, es un hombre religioso. Queda expuesto
lo anterior, porque en esta novela nos plantea lo que a comienzos del
S.XXI aún es una duda; si para salvar la vida de un paciente
se puede recurrir a la clonación. Ecos de un Dios lejano es una
decidida apuesta por la vida.
CLONACIÓN Y RELIGIOSIDAD
¿Por qué aparece este deseo de inmortalidad física
y no sólo espiritual? Houellecq lo deja claro en su novela, al
ponerlo en boca de Daniel, el protagonista; el "derrumbamiento
masivo, pasmosamente rápido, de las creencias religiosas tradicionales".
En un mundo en el que muchísimas personas no tienen esperanzas,
la clonación ha dado a la vida una nueva razón de ser.
Son las Iglesias y los partidos políticos que coinciden con ellas
en intereses, quienes se oponen a la clonación. Resulta triste
contemplar a los líderes políticos que organizan guerras
-donde, obviamente, se mata- atacar por razones supuestamente éticas
la clonación que puede curar enfermedades como la Leucemia, el
Parkinson, el Alzheimer, que puede sanar un hígado enfermo, un
riñón, que puede prolongar nuestra vida más de
un siglo. Y la clonación reproductiva, que puede darnos una cierta
vida eterna. En esta línea está la novela de Ishiguro,
ambientada en un colegio privados inglés, lugar en el que puede
aprenderse magia (Harry Potter) y donde ahora se admiten seres clonados,
según Nunca me abandones. La postura de Ishiguro, sin embargo
es tétrica; los clones no tiene más función que
proveer de órganos sanos a los enfermos. El autor, de espaldas
a la ciencia y al progreso se opone a quienes apoyan la clonación
con fines benéficos.
Ishiguro ni siquiera ha tenido una idea original, sino que ha copiado
en parte el planteamiento de Ira Levin, cuya novela Los niños
del Brasil, en la que la idea central era clonar a Hitler, fue adaptada
al cine con gran éxito. El desconocimiento de Ira Levin también
quedaba patente, ya que clonar a un ser con su código genético
no significa hacer el mismo ser; sino crear otro ser a partir del código
genético del primero que será distinto por sus circunstancias
personales y su entorno.
VISIÓN POSITIVA Y NEGATIVA EN LA LITERATURA
La literatura popular había trillado el asunto sin mucha base
científica, como sucede con El mundo de Null-A, de A.E. Van Vogt,
quizás la primera novela importante de ciencia ficción
sobre clones. Otros autores de ciencia ficción le siguieron,
como Ben Bova, con El hombre múltiple y Philip K. Dick con ¿Sueñan
los androides con ovejas eléctricas?
En estos días acaba de aparecer la muy interesante novela Andrea(s),
en la que Carmen Matutes, describe un mundo en el que el deseo de promover
la clonación como método reproductor y el uso de incubadoras
era el nexo que unía a la mayoría opositora. En Andrea(s)
las feministas defendían con fervor la clonación, al ser
el único camino, aseguraban, que permitiría liberarse
a las mujeres de unas ligaduras atávicas, las del embarazo y
el parto. Otro grupo, "Clonación y Liberación",
apoya la clonación reproductiva porque aspiraba a poner fin al
dominio que, según ellos, los privilegios de dar a luz habían
otorgado a la mujer. Incluso se crea el Partido para la Clonación
y el Progreso. Es una propuesta interesante, aunque Matutes ve un defecto;
en su planteamiento novelesco se clonan más hombres que mujeres.
Si Houellebecq hablaba de neohumanos, Carmen Matutes habla de post-humanos.
En ambos casos, queda claro que se comprende por los escritores que
se abre una nueva Era en la que el ser humano habrá de cambiar
y adaptarse a una realidad distinta.
Como argumentos favorables a la clonación terapéutica,
López Alonso, nos lleva a plantarnos en Ecos de un Dios lejano:
¿Te faltan células pancreáticas, no fabricas insulina,
eres diabético?, no morirás; te pondrán células
nuevas y a vivir.
Quizá López Alonso se haya adelantado a su tiempo; pero
se volverá a este libro, sin duda, para intentar comprender cómo
a principios del S.XXI, una parte de la sociedad, y de los médicos,
se oponían, sin un solo argumento racional, a salvar al enfermo
gracias a la clonación.
Sin duda pronto llegarán más novelas sobre la clonación.
Será un tema que centrará los debates más elevados
-y más bajos-, y del que podremos salir con la esperanza de una
vida mejor o con la fe en una religión que supuestamente nos
dará una vida eterna tras la muerte.