EL TEATRO LEÍDO


REPORTAJES: EL TEATRO LEÍDO

 EL TEATRO LEÍDO

En un país con 2.300 compañías y 700 escenarios públicos, el teatro impreso tiene escaso tirón.
JAVIER ORS

 
El teatro es vida: tragedia y comedia. El mundo entero en un puñado de hombres. Actores como reyes y un decorado como representación de un reino. Antes, una compañía era una novedad en la ciudad, fuera la Sevilla de Lope de Rueda o el Madrid de Miguel de Cervantes. El estreno de la obra de un autor era un acontecimiento criticado o aplaudido, pero que casi siempre traía una estela de revuelo y llamaba la atención. En un país que antes acudía, disfrutaba, leía y hasta imitaba, copiaba y robaba el teatro (como ocurría en el Siglo de Oro), sin embargo, hoy el teatro publicado ha dejado de venderse. ¿Qué es lo que ha ocurrido? “El teatro ha mejorado, las compañías han mejorado y el público va más, pero en la actualidad es más fácil acercarse a la novela que al teatro. Ese hábito cultural se ha perdido. Yo tengo obras publicadas que realmente son muy divertidas de leer. Existe un prejuicio absurdo respecto este tema. Se lee a Shakespeare, a García Lorca, que son los clásicos, pero ahora también hay dramaturgos actuales que son excelentes, que hablan de nuestro tiempo, algo que es importante, porque es cercano y alude a nuestras preocupaciones, sin embargo…”, comenta con pesar Juan Serraller, de la editorial Fundamentos, un sello especializado en publicar teatro que cuenta en su catálogo con autores de la talla de José Sanchis Sinisterra, Alberto Miralles, Fernando Arrabal o Sergi Belbel. “Las librerías han optado por destacar en las mesas de novedades otra clase de publicaciones, como son las especializadas en misterio o las novelas históricas, y han desaparecido las estanterías que con anterioridad estaban reservadas al teatro. Vendemos más teatro por la red que en las tiendas, que apenas dejan baldas libres para estos títulos”, explica, también un poco resignado, Miguel Ángel de Rus, de Ediciones Irreverentes, que dirige una importante colección de textos dramáticos. Para él, “no es cierto que no se venda teatro, es que no se ofrece. Cuando Anagrama publicó Arte, de Yasmina Reza, se compró. Lo que ocurre es que otro tipo de lanzamientos ocupan ahora esos espacios. Las grandes editoriales acaparan las entradas de las librerías con torres de libros que son sus apuestas, todas esas novelas de quinientas páginas”. Por eso menciona una práctica que resulta corriente en Estados Unidos “Las obras que se representan en Norteamérica suelen tener publicidad. Ves vasos, camisetas, libros. Falta mentalidad empresarial en el teatro español. Si las compañías pusieran unos 400 o 500 ejemplares de la obra en los vestíbulos de los teatros del montaje que estuvieran realizando, ya verías cómo funciona”.



TEATRO ON LINE

José Ramón Fernández, dramaturgo, autor, entre otras, de Nina o La colmena científica o el café de Negrín, aporta su propio punto de vista. “Hace algunos años me comentaron que los libros de teatro se venden seis veces menos que la poesía. En España no hay costumbre. No hay una relación entre el teatro que se representa y el que se escribe. En Londres se venden las obras que se están viendo en ese momento”. José Ramón Fernández menciona que las tiradas son muy cortas, que no superan los mil ejemplares en los mejores casos. Existen títulos que se lanzan con apenas trescientos o quinientos ejemplares. Otros más afortunados rompen el techo y oscilan entre quinientos y setecientos ejemplares. En ocasiones, hay obras que salen con tres mil, que son las menos. “Yo tengo fe en la venta on-line –reconoce–. La distribución ahí está por lo menos asegurada. Para un autor, lo importante es que se lleve a las tablas lo que ha escrito. El libro sólo es un vehículo para dar a conocer lo que haces. A mí no me importa que esté gratis en internet”. Juan Mayorga, dramaturgo de sobra conocido, autor de Cartas de amor a Stalin está editado, goza del reconocimiento de los premios y la crítica, y ha sido bien representado en las salas nacionales. “A mí me importa reivindicar el carácter literario de mi teatro. Me gusta que me lean tanto como que vean mis obras. Pero hoy resulta que estoy mejor editado en Francia o Italia que en España. En los demás países existe una mayor visibilidad y una mayor difusión. Y eso hace que llegues a escena. Varios de mis trabajos se han difundido por la radio francesa a través de adaptaciones radiofónicas, algo que también falta en nuestro país”. Mayorga menciona las posibilidades que ofrece la televisión (algo que se ha perdido). “¿Cómo pudo llegar una obra mía a representarse en Corea? –se pregunta–, porque alguien la ha visto, la ha comentado y otro se puso en contacto conmigo. Yo, entonces, en un instante, le mando el texto por e-mail. En seis meses ya estaba en pie y funcionando. Por eso son importantes las webs y las versiones digitales, porque están activando la difusión. De hecho tengo la tentación de abrir un blog y colgar los textos que ahora mismo no tengo comprometidos con las editoriales”. Ainara Gerrikabeitia, de la librería Yorick de Bilbao, que también edita y distribuye teatro aporta un dato significativo en unos años en los que el teatro disfruta de un momento dulce: “Un best seller en teatro son 500 ejemplares, y eso sólo lo alcanzan los más conocidos, como Mayorga. En España cuesta leer todo, novela, poesía… y teatro, más. A la misma gente del teatro le cuesta leerlo. Los que más se interesan por él son las personas que se dedican al teatro de aficionado, más que los actores profesionales”. Su editorial publica, sobre todo, textos contemporáneos, y también vende a través de internet, pero es reticente sobre el papel que la red jugará en la difusión del teatro: “Ya puedes descargarte todo el teatro clásico en el ordenador, y no por eso se están leyendo más obras. Lo que más se está vendiendo, además, son los libros de teoría teatral, que son bastantes más caros, porque una obra dramática cuesta entre seis y ocho euros”.

Miguel Ángel de Rus, que destaca la contradicción de un país con 2.300 compañías y distribuidoras y unos 700 escenarios públicos y el escaso tirón del teatro vendido, defiende internet como uno de los vehículos más apropiados para propagar el trabajo de un escritor, pero es consciente del papel que tiene que jugar la educación para inculcar la vocación de la lectura de teatro RIOentre los alumnos para que retomen un hábito que se ha perdido. Pero también es consciente de un fenómeno pasado que marcó una pronunciada distancia entre el lector y el teatro. “Hasta los años cincuenta, el creador y el público compartían un mismo lenguaje. Pero la vanguardia evolucionó, la gente no entendía ya lo que decían los autores. Todas las obras extremadamente vanguardistas cuesta que lleguen, que se propaguen en una mayoría. Es más fácil que una persona prefiera leer Cyrano de Bergerac que una obra centrada en dos parejas de bisexuales que acceden a intercambios, por ejemplo”.

A pesar de las dificultades de publicar teatro, la crisis parece que no ha afectado a las editoriales. Juan Serraller es muy claro en este aspecto. “Se está defendiendo bien dentro de la situación en el que se encuentra. Yo publico unos 15 0 20 títulos al año, y no tenemos ningún plan de disminución. Serraller reconoce, no obstante que los ensayos y los libros relacionados con la interpretación y otros aspectos de la representación, van muy bien en ventas. Los sellos que nos dedicamos a esto publicamos mucho y la mayor parte de los buenos textos se imprimen”.

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