Voyeur
Antonio Gómez Rufo, Pierre Louÿs, Henri Barbusse y otros
(Colección Incontinentes, 29)
240 páginas 15€
ISBN: 978-84-16107-31-5
Vivimos en la época más Voyeur
de la historia de la humanidad. El desnudo se nos presenta allá
donde miremos, en Internet, en las playas, en el arte, en las fiestas,
en las zonas turísticas low cost. Mujeres desnudas se ofrecen
en directo a través de la cámara del ordenador de sus
casas; las páginas web más visitadas están repletas
de fotos de chicas desnudas y millones de hombres las contemplan desde
su soledad, desde su oscuridad. Y eso es para siempre, porque ahora
las imágenes ya no mueren, están condenadas a circular
eternamente por Internet. Nunca el Voyeur tuvo tanto placer al alcance
de su mano.
Ante el cambio en la percepción del Voyeur, se
planteó el nacimiento de este libro, en el que se recogen relatos
de autores clásicos como Pierre de Bourdielle, Charles Derennes,
Henri Barbusse, Felipe Trigo o Pierre Louÿs. Junto a ellos hay
destacados autores contemporáneos de España, Venezuela
y Colombia, como Antonio Gómez Rufo, Pedro Antonio Curto, Anunciada
Fernández de Córdova, Carolina Sánchez Molero,
Félix Díaz González, Abel Bri, Álvaro Díaz
Escobedo, Juan Guerrero Sánchez, Rosa Serrano, Pablo Solares
Villar, Nelson Verástegui, Sara García Perate, Francisco
José Segovia Ramos, Manuel A. Gala de Río, Luis Soler
Dauchy y Miguel Ángel de Rus que muestran diversas formas de
entender este tipo de placer solitario, desde las más elevadas
hasta las más libertinas. Exhibicionistas y voyeurs se dan cita
en playas, ventanas, áticos, cámaras de fotos, trenes,
calles, jardines, incluso en el cementerio de Père Lachaise o
en la presencia efímera de una imagen de televisión.
En la actualidad, ha muchas webs especializadas en erotismo que tienen
su apartado para relatos eróticos en el que sucede lo mismo,
sean webs en español, inglés o francés; los relatos
voyeurs se presentan casi siempre como experiencias propias: chicas
que muestran sus senos en la playa por primera vez, novios que disfrutan
al ver a su novia desnuda entre sus amigos, incluso hombres que tras
años de matrimonio necesitan mostrar desnudas a sus esposas para
reavivar la pasión. El Voyeur disfruta de la visión chica
que se desnuda en público por primera vez o de la visión
de la mujer madura, pero en no pocas ocasiones, esa contemplación
va más allá. El lugar preferido de la mujer para ser vista
desnuda es la playa, lugar que suele estar repleto de gente, por lo
que la exhibición puede ser controlada. Es difícil que
el hombre se acerque a ella con testigos, y si se acerca, puede ser
fácilmente rechazado. Así puede mostrarse sin miedo. Y
en esa promiscuidad multitudinaria, el tímido es feliz; contempla
cuerpos desnudos sin compromisos, sin miedo al rechazo. Todas se le
ofrecen y puede gozar de su fantasía. La playa es el burdel de
otras épocas, el lugar en que acceder al cuerpo de la mujer,
sea joven y adulta, soltera o casada, todas ellas son contempladas en
su desnudez y gozadas por el observador. Es en esta época de
exhibiciones y contemplaciones, en la que la literatura voyeur se expande
más que nunca. Mujeres desnudas se ofrecen desnudas a través
de la cámara del ordenador de sus casa, millones de hombres las
contemplan desde su soledad, desde su oscuridad. Y eso es para siempre,
porque ahora las imágenes ya no mueren, están condenadas
a circular eternamente por Internet. Nunca el Voyeur tuvo tanto placer
al alcance de su mano.
Ante el cambio en la percepción del Voyeur, se
planteó el nacimiento de este libro, en el que se recogen diversas
formas de entender la contemplación gozosa a través de
los tiempos.
Los relatos y las elegantes imágenes del interior incitan al
lector a retener la mirada en cada página.