DEMONIOS EN EL TECLADO
Froilán Sánchez
(Colección Incontinentes, 31)
Prólogo: Cibernícolas sexuando.
De Jesús J. de la Gándara Martín
94 páginas 12,95 €
ISBN: 978-84-16107-34-6
Camil, un apuesto joven, disfrutando de un crucero por el Canal du Midi francés con su amigo y compañero de trabajo Henri, conoce a Hortensia, unos años mayor que él, que viaja acompañada de Millán, su marido. De vuelta del crucero ambos se convierten en amantes, pero Camil no se conforma con ese tipo de relación. Cada vez más obsesionado por Hortensia, pretende que ella abandone a Millán, un individuo peligroso. Hortensia, sin embargo, parece buscar en Camil solo sexo y distracción. Todo cambia cuando Henri muestra a Camil sus habilidades para conocer a mujeres a través de los chats de internet, lo cual le permite establecer contactos sexuales fáciles y de diversa índole, incluyendo intercambios de parejas con personas de alto standing. Pero el destino juega a veces malas pasadas, lo que es más fácil que suceda cuando se establecen, a la ligera, relaciones íntimas con personas desconocidas a través de Internet, un medio de comunicación tan seductor como arriesgado. El trágico final de Henri arrastra a Camil por una senda de angustia, pasión y muerte que se desarrolla en las inmediaciones de la Albufera de Valencia, un lugar mágico, encrucijada de aguas, pero encrucijada también para los protagonistas de esta novela cuya trama escenifica los riesgos que conlleva la búsqueda de sexo fácil a través de la red.
Doctor en Medicina y máster en Sexología
y en Terapia de Pareja. Trabaja como médico de familia en el
Centro de Salud de Xàtiva (Valencia) y como sexólogo clínico.
Es coordinador nacional del grupo de Sexología de la Sociedad
de Médicos de Atención Primaria y profesor de la Universidad
Miguel Hernández de Alicante y del master de Sexología
de la UNED. Es miembro de la Academia Internacional de Sexología
Médica y de la Academia Española de Sexología y
Medicina Sexual. En 2004 fundó la revista Sexología Integral
y ha sido columnista de la revista Siete Días Médicos.
Es autor del libro El desván de los secretos.
Blogs del autor:
http://www.eldesvandefroilan.blogspot.com
http://sexologiaenvalencia.blogspot.com.es
http://forosaludsexual.es
Cibernícolas: Seres humanos hipermodernos
que sin salir de su casa se mueven por todo el mundo. Con el teclado
y el ratón son
capaces de hacer de todo, incluso sexo.
Sexuando: Gerundio del verbo sexuar. Este verbo no existe, pero lo practicamos
a diario. Todo verbo implica una acción. O una omisión.
Como el sexo.
Por la presente propongo a la Real Academia Española de la habilísima
lengua que admita estas dos palabras, verbo y sustantivo, pues describen
muy bien una manera novísima de la actividad humana: el cibersexo.
Me dirá que ya existe el verbo sexar, pero se refiere
a la acción de determinar el sexo animal, y sólo en Honduras
se usa para referirse a practicar relaciones sexuales. Además
es un verbo paradójicamente intransitivo. Así
pues lo que propongo es que se cambie por sexuar. Me explico:
l@s human@s somos animales que además de practicar, acometer
o cometer sexo según los casos nos divertimos y relacionamos
haciéndolo. Es decir además de sexo tenemos sexualidad,
que es el sexo, más el placer, más la cultura, más
la imaginación, más el pecado, más la virtud, más
el ingenio
más internet. Como ocurre en esta novela.
Es verdad que para expresar dicha acción tenemos otros verbos, como
“copular”, pero realmente significa copiar y sólo refiere a la acción
coital con fines genésicos. También “follar” (de “fuelle”), que vendría
a ser algo así como “resoplar” de placer. Y “fornicar”, que se refiere
al ayuntamiento o cópula carnal fuera del matrimonio; u otras más cursis,
como cohabitar (hacerlo en casa) o el afrancesado “hacer-el-amor”. Pero
realmente no tenemos una palabra española universal para describir en
todas sus acepciones, tiempos y modos la acción de mantener o practicar
acciones sexuales —no sólo sexo— con otra, u otras personas, animales
o cosas, o consigo mismo, como, de hecho, consigue hacer el ser humano
hipermoderno, y sucede en esta novela.
En todo caso es evidente que los avances culturales, sociales y científicos
en materia sexual, y la necesidad de describirlos y comunicarlos, nos
obliga a disponer de un verbo ajustado y preciso, exento de connotaciones
sexistas y morales, eufónico y fácil de conjugar. Y sexuar cumple todos
esos requisitos. Veamos: yo sexúo, tu sexuarías, el sexuará, nosotros
hemos sexuado, vosotros hubierais sexuado, ellos están sexuando, etc.
Como en la novela.
Y conste que lo digo totalmente en serio, y me apoyo en mi propia experiencia
como autor. Con frecuencia he tenido que hacer todo tipo de malabarismos
para describir las acciones sexuales por no disponer de un verbo sencillo
y eficaz. Como le ocurre al autor de esta novela.
El autor es experto en sexo, y supongo que también en sexuar, a tenor
de las descripciones tan rigurosas que hace en ella. El autor es asimismo
cibernícola, pero también viajero, a juzgar por el atinado detalle geográfico
que la ilustra. Y la novela tiene lo que tiene que tener tratándose
de eso: Sexo,
amor y muerte. Y además es una novela breve, intensa, sencilla,
sorprendente, lúdica, arriesgada, veloz. Como el mismo sexo.
Pero para que esto no sea un vano encomio, sino un comedido
prólogo, permítame el lector que esboce un pero: se le
quedara
corta. Como eso después del sexo.
Luego, amigo, amiga, póngase a leer y luego a sexuar, que son
dos de las mejoras cosas que podemos hacer las criaturas humanas,
y que ambas las disfrute.
Jesús J. de la Gándara Martín